viernes, 16 de agosto de 2024

No somos los mismos.

 “En medio del odio me pareció que había dentro de mí un amor invencible. En medio de las lágrimas me pareció que había dentro de mí una sonrisa invencible. En medio del caos me pareció que había dentro de mí una calma invencible. Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había dentro de mí un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta.” 

― Albert Camus


Han transcurrido 19 días desde que se realizaron las elecciones presidenciales en Venezuela. Apenas 19, y parece una eternidad de tanto que ha sucedido en medio. Diecinueve días en los que hemos visto la más brutal cara de un sistema político derrotado que se aferra al poder, como contraparte de una ciudadanía serena, segura y clara en el triunfo obtenido, producto de una sólida convicción de cambio, pero también de haber vivido la más profunda y a mi juicio hermosa demostración de comprender lo que significa ser ciudadano responsable, como individuos, pero también como parte de una sociedad que decidió tomar las riendas de su futuro.

Hace poco más de dos años publiqué un ensayo en el que analicé la relación entre ciudadanos y partidos políticos, tomando en cuenta los cambios que la sociedad ha venido experimentando en los últimos años debido a la desconexión que estas organizaciones habían tenido con la ciudadanía, producto de escándalos de corrupción, estrategias erradas de comunicación y búsqueda de atención, y particularmente luego del aislamiento forzado que vivimos durante la pandemia, entre muchos otros factores. El ensayo completo pueden bajarlo aquí, si les es de interés. En esta ocasión me concentraré en las conclusiones que en aquella oportunidad (mayo de 2022) presenté como sugerencias de acción, para contrastar con lo que hemos visto antes, durante y después del 28 de julio de este año.

En aquel ensayo concluí que:

  1. Desde la perspectiva de un partido político, más allá del número de afiliados con el que se cuente, uno de los objetivos principales debería ser lograr el arraigo de sus proyectos, propuestas y liderazgos en la ciudadanía, para que los mismos gocen de la legitimidad de su entorno y finalmente lleguen así a las posiciones de poder que permitan concretar e implementar dichas ideas en la práctica. 

  2. Siempre bajo una visión de futuro que esté por encima de la coyuntura. Esa visión de futuro debe construirse conectada con el mundo y con los ciudadanos, creando valor compartido donde ese ciudadano logre identificar claramente su aporte; y tenerla siempre como foco referencial al que recurrir en momentos de crisis o duda, lo cual garantiza además diseñar los pasos para alcanzarla en una forma mucho más certera y eficaz.

  3. Es imprescindible la construcción de confianza, hablando con la verdad, siendo consistente y coherente con lo que se dice, se piensa y en la actuación pública, pero sobre todo y muy enfáticamente, mostrando respeto por la inteligencia y la capacidad de discernir del ciudadano

  4. Para todo ello es imprescindible que el liderazgo tenga una fortaleza política sólida, de modo que no se sienta débil por el hecho de mostrar las cosas tal cual son. 

Ya lo decía Adela Cortina, en La hora de la sociedad civil: “la confianza en los representantes políticos, en la fortaleza de la democracia, en las transacciones comerciales y financieras, en las instituciones, en las relaciones interpersonales, crea esos «círculos virtuosos» en los que las gentes se aventuran a invertir riqueza material e inmaterial, bienes económicos y participación personal, porque resulta fecundo hacerlo, se siguen ventajas de ello personales y colectivas”. 

Cuando la realidad supera la teoría

No es la primera vez que en Venezuela participamos en un proceso electoral en condiciones desventajosas. El sistema electoral desde hace muchos años ha venido mutando, transformándose, adecuándose cada vez más a una simulación en la que votas pero no eliges. Un sistema a la medida de quien quiere eternizarse en el poder.

Ahora bien, también la ciudadanía ha aprendido -a punta de sucesivas frustraciones- en los alrededor de 30 procesos electorales en estos 25 años, y sumado a un liderazgo político que analizó todos los errores y obstáculos anteriores y asumió el diseño de un inédito sistema de acompañamiento y defensa de los votos para el pasado 28 de julio, se construyó una red ciudadana de integridad electoral sin precedentes, no sólo para Venezuela, me atrevería a decir que para toda la región.

¿Pero cómo fue eso posible? ¿Cómo lograr que cada ciudadano sepa y más importante aún, lleve a cabo en forma impecable la tarea específica que le toca hacer? La respuesta parece trivial si la contrastamos con la magnitud del resultado obtenido. Confiando.

Sí. Confiando en el ciudadano.

Desde el propio diseño de la campaña, la transparencia en el discurso y la confianza en el ciudadano fueron elementos clave. Los ciudadanos se organizaron libremente en comanditos, y diseñaron sus propias actividades de acuerdo a sus intereses: sectoriales y comunitarios discutiendo su futuro en forma de propuestas e ideas para nutrir el plan de gobierno, de activismo para ampliar la cobertura del mensaje del comando central de campaña en cada rincón del país, y aquellos con mayor interés en lo electoral propiamente, sumándose al proyecto 600K. 

600K fue un proyecto que, desde el punto de vista técnico, se diseñó y desarrolló en varios niveles, complejidades, y círculos de aproximación al hecho del voto en sí mismo, de la mano de especialistas electorales dentro y fuera del país y de todas las organizaciones políticas. Pero para funcionar, ese sistema requería como correa de transmisión a la gente. Nada de lo que hemos visto hubiera sido posible sin la ciudadanía que lo llevó adelante, en un fenómeno social de responsabilidad compartida que llevó todo a otro nivel mucho más profundo y con mucho más arraigo. Ya lo mencioné anteriormente, citando a Adela Cortina: se creó un vínculo de confianza que generó que los ciudadanos se aventuran a invertir riqueza material e inmaterial, bienes económicos y participación personal, porque resulta fecundo hacerlo. Ciudadanos que estaban muy atentos al mensaje del liderazgo político para transferirlo a su entorno. Que se formaron en talleres electorales desarrollados en sus propias comunidades, en defensa del voto, que formaron a otros, y así en los 24 estados, los 335 municipios y las más de 1130 parroquias del país. Se dice fácil.

En el portal La Vida de Nos (https://www.lavidadenos.com/) se pueden leer historias reales conmovedoras que ilustran algunas de las cosas que sucedieron en esos días. Historias de testigos y miembros de los centros de votación, vecinos que llevaron apoyo de comida a los que estaban en los centros, personas que trasladaron a otros, gente que se encargó de informar a los demás que estaban afuera de los centros de votación, y por supuesto, miles de testigos que escaneaban los códigos QR de las actas, para lograr el objetivo de que en un plazo cortísimo el mundo entero tuviera a disposición las pruebas tangibles y concretas de la voluntad de una nación determinada a cambiar su rumbo. 

Por eso repito: lo que hemos visto en torno al 28 de julio no ha sido un proceso automático ni lineal. Los 25 años que nos trajeron hasta acá nos fueron preparando como país en la comprensión de lo que vivimos y mejor aún, en la claridad acerca de cuál es nuestro rol como ciudadanos para salir de ello. Ahora bien, este tipo de procesos tampoco ocurren en forma totalmente espontánea. Requieren de un liderazgo político y social cuya visión abarque mucho más que la coyuntura y los conflictos puntuales. Un liderazgo que, como mencioné anteriormente, genere confianza, y confíe también, y que surgió a partir del proceso de primarias realizado el 22 de octubre de 2023.

La sociedad hoy es un sistema complejo

Alberto Ray (https://albertoray.com/), especialista en sistemas complejos, nos habla del mindset líquido, en contraste con las tradicionales y rígidas maneras de visualizar la organización, de la naturaleza que ella sea. Plantea Ray que esta nueva forma de analizar el entorno tiene dos grandes ejes: una visión no lineal de la realidad y la capacidad de autoorganización no centralizada

Me atrevo a afirmar que esta comprensión fue la que propició la construcción orgánica de esa red de ciudadanos que hizo posible el impresionante logro del 28 de julio, y mejor aún, está en facultades de mantener viva esa convicción y determinación hasta que se concrete el cambio real de gobierno en Venezuela. Como me parece útil para avanzar en el análisis, les comparto a continuación 3 elementos que de acuerdo a Alberto Ray son claves para profundizar en comprensión de la complejidad:

  1. Atreverse a entenderla: en la realidad hiperconectada y acelerada de hoy las organizaciones deben lidiar con una complejidad creciente, identificando las variables que operan en el entorno y determinar su estado. Navegar la complejidad es parte de un proceso continuo de construcción de resiliencia organizacional.

  2. Construir redes: la autoorganización es la forma más eficiente para coordinarse frente a los desafíos del entorno, construyendo redes de múltiple naturaleza que se entrecruzan y a través de las cuales se propaga la información, donde las organizaciones se convierten en nodos de estas redes que interactúan constantemente con su entorno, brindando autonomía y facilitando la descentralización sin perder la alineación.

  3. Desarrollar un propósito y su narrativa: las comunicaciones en el mundo líquido requieren un propósito compartido, que proporcione dirección general sin atarlo a planes rígidos. Esto crea un punto de anclaje estratégico, emocional y cultural que permite la fluidez y la adaptación dentro de un marco de valores y objetivos comunes. 

¿Y qué hacemos ahora? 

Seguramente usted también se ha hecho esa pregunta luego de ver la reacción del régimen desde el día 29 de julio, como lo hemos vivido estos 19 días. Y si no se la ha hecho, estoy segura de que la ha escuchado decenas de veces en su entorno. Pues bien, llegó el momento de fortalecer esos círculos virtuosos a los que hacía alusión Adela Cortina y que describí más arriba. Pero claro, somos humanos, y como tales sentimos rabia, queremos celebrar el espectacular triunfo del 28 de julio, y nos da miedo la incertidumbre y la persecución brutal de la que la población ha sido víctima por parte del régimen sin justificación de ninguna índole. Teniendo claro ésto, hay que pensar cómo actuar en adelante. 

En los últimos meses he tenido la experiencia de conversar y debatir la propuesta Venezuela Tierra de Gracia con miles de personas provenientes de diferentes sectores de la sociedad. Académicos, docentes, trabajadores, especialistas, directores de gremios y cámaras, enfermeras, médicos, productores agrícolas, jóvenes universitarios, mujeres, en fin, una amplia gama de componentes de nuestra sociedad. En todos esos encuentros, del nivel que fueran, he hallado ciudadanos con una gran emoción por contribuir, por aportar sus ideas, sus inquietudes, sus diagnósticos, en la búsqueda de lograr un objetivo mayor una vez alcanzada la libertad en nuestro país. Es un sentimiento muy poderoso, porque va conformando una visión de futuro construida en conjunto, que se convierte enseguida en el faro de referencia para seguir avanzando. Nos recuerda permanentemente por qué comenzamos todo ésto. Es la confianza generando sus frutos en la ciudadanía.

Como menciona Julio César Daly (14 agosto 2024. La Gran Aldea. Una explicación del fenómeno de la fe en Venezuela y un plan de acción): ser consciente de esto nos revela que nuestra lucha tiene un alma. Esta alma trasciende el momento actual, la política e incluso a nosotros mismos. El resultado de esta fe que hemos cultivado como sociedad ha sido un conjunto de iniciativas que evolucionan y dan forma a nuestra creatividad individual en el proyecto colectivo de reconstruir o sanar a nuestra nación y a nuestra comunidad, frente a la catástrofe que hemos vivido

La estrategia del régimen va en contra de este sentimiento colectivo: generando miedo a través de la persecución, intentando romper la conexión invisible -pero muy real- entre los ciudadanos a través del bloqueo de las vías de transmisión de los mensajes, etc. Sin embargo -y volvemos a Alberto Ray- estamos frente a una realidad líquida, por lo que tratar de entender (y corregir o reprimir) en función de variables clásicas inamovibles no permite ver con claridad lo que está sucediendo. Y además del intangible análisis de la complejidad líquida se le suma también otro poderoso intangible espiritual: la esperanza. La esperanza de que es posible lograrlo, porque lo más importante ya lo hicimos el 28 de julio.

Cuando ya se ha logrado una visión colectiva de futuro, acompañada con la invitación a trabajar para ser parte de esa construcción; cuando la inmensa mayoría de los ciudadanos sabemos y formamos parte del triunfo a través de la tangibilidad del resultado obtenido, ese entramado social alcanzado es firme, porque estuvo y está basado en función de construcción positiva, de intereses individuales que coinciden y se identifican con los colectivos, fundamentado en valores; es una construcción que no es coercitiva y por ende no está atada a la dependencia, sino totalmente al contrario, se inspira en la libertad y sus posibilidades.

Pero por supuesto que tenemos que seguir pensando y procesando los próximos pasos a seguir. En ese sentido, Elizabeth Rojas Pernía recientemente en su artículo Triunfo y debacle: Venezuela 28 J, 29 J y después (Papel Literario. El Nacional 6.08) comenta algunos elementos que son pertinentes resaltar en este contexto: 

Hacer de la indignación la energía que invoque la justicia, es vital; evitar que la ira nos asfixie, es más vital aún…

Los venezolanos podemos convertir este descalabro en el fuelle para seguir transformando el estiércol en fertilizante, o mejor aún, el plomo —que literal y simbólicamente seguimos recibiendo— en oro, si nos adentramos en las posibilidades alquímicas que esta coyuntura histórica posee. Y ello supone desechar cualquier duda sobre lo que es, sigue siendo, posible para esta sociedad que gritó, más de 6 millones de veces, que está decidida a recuperar la Democracia y la Libertad. 

Y lo que más destaco de su artículo: Los tiempos lineales, secuenciales, cronológicos —kronos— no son iguales a los tiempos que señalan el momento oportuno para que algo ocurra —kairós— (como cuando el arquero siente, sabe, que es el momento propicio, que está preparado, para lanzar su flecha y dar en el blanco). Tener presente esta importante diferencia se hace imperioso para no apurar el parto, el parto de la República rescatada y reivindicada.

Así que de eso se trata. No somos los mismos, lo que pasó fue resultado de una profunda transformación ciudadana individual y colectiva, que contó con un liderazgo que comprendió y comprende lo que enfrentamos, con una fortaleza política sólida que le permitió construir confianza, hablando con la verdad, siendo consistente y coherente; mostrando respeto por la inteligencia y la capacidad de discernir del ciudadano. Bajo una visión de futuro conectada con el mundo pero también con la ciudadanía, creando valor compartido donde ese ciudadano logró identificar claramente su aporte, facilitando el arraigo de esas propuestas en la gente. Hicimos la tarea.

Sabemos lo que ocurrió el 28 de julio y estamos seguros de que lo concretaremos. Estamos claros también que el régimen va a seguir intentando aferrarse al poder, por lo que seguirá tratando de disuadirnos por la fuerza de lo que nosotros sabemos (y ellos también). De modo que ahora nos toca ser transmisores de templanza, traductores de información veraz, generadores de confianza, de certeza, fortalecedores de la fe en que hemos hecho lo correcto, rememoradores de por qué comenzamos todo ésto y de esa visión de futuro, activadores de ciudadanía, de empatía y de solidaridad, y por último, difusores de la convicción de que estamos cambiando la historia de nuestro país para siempre, y todos hemos sido, somos y seremos parte de ello.