Producir conocimiento e innovación desde una perspectiva integradora y profunda, que permita una comprensión más completa de los procesos humanos, en sus dinámicas internas y en sus inter relaciones con el ambiente, es un desafío que se presenta frente al enorme desarrollo científico y tecnológico alcanzado, al deterioro progresivo de la calidad de vida de las poblaciones, las crecientes desigualdades en el acceso a los servicios básicos, la escasa capacidad resolutiva de las empresas, la falta de incentivos y estímulos al conocimiento, investigación y a los procesos tecnológicos y las dificultades en el ámbito gerencial y administrativo para enfrentar los cambios.
En ese contexto cobra relevancia la tarea de aproximarse a la sociedad con la idea de convertir la ciencia, la tecnología y la innovación en plataformas para mejorar la calidad de vida. Se hace indispensable proponer que la energía empleada para generar conocimiento, inventar o descubrir, fluya hacia la sociedad en forma de salud, seguridad social, agrícola y ambiental.
Las Alianzas de Innovación son un mecanismo de política pública destinado a la gestión social de conocimiento y tecnología. Se trata de una herramienta de trabajo que hace posible la participación efectiva de los distintos actores sociales involucrados en la creación, absorción, difusión y uso de conocimiento, tecnología e innovación. Constituyen, esencialmente, un instrumento para la negociación de los diversos intereses de esos actores, permitiendo la selección abierta de prioridades para la inversión, y abriendo el campo para el cofinanciamiento de las actividades, bajo la idea de riesgos y beneficios compartidos. Este aspecto aparentemente simple, resulta hoy día clave para la factibilidad de adelantar cualquier iniciativa de innovación, pues ante la escasez de recursos financieros, las alianzas de innovación facilitan el espacio para la conjugación de aportes, de cualquier índole, hacia las actividades que en conjunto sean identificadas como prioritarias.
Este mecanismo de trabajo permite converger las preguntas y demandas de la sociedad (de las empresas, de las comunidades organizadas, del propio Estado, nacional y local) y las capacidades intelectuales y técnicas por ella misma desarrolladas. Al definir un espacio de concertación en torno a temas o problemas considerados prioritarios y que ameritan el concurso de conocimientos y tecnologías, el mecanismo de las Alianzas cambia el signo de la política pública hacia modos y medios interactivos y cooperativos, abriendo a la participación democrática de los actores lo que anteriormente eran funciones tradicionales de expertos, tales como la fijación de prioridades y objetivos. Como programa de política pública, constituyen una estrategia social de inversión y negociación, abierta a la mirada social y sujeta a la rendición de cuentas.
En tal sentido, la base de conocimiento y aprendizajes de una empresa o red de empresas, de una red comunitaria, de un grupo de alcaldías e, inclusive, de ministerios y otras agencias oficiales, pueden convertirse en una herramienta de productividad, de mejora de la calidad de vida, de incremento de la efectividad y la eficacia y de generación de capital social. El propio desarrollo de una Alianza supone una red de conversaciones, de compromisos e igualmente de actitudes que hacen posible tanto una distribución-apropiación social del conocimiento y de las dimensiones con él asociadas (creación, formación, capacitación, información, transferencia), como la generación del contexto de la innovación, aquel en donde demanda y oferta de conocimientos y tecnologías se encuentran.
Este mecanismo contempla, en un primer término, la definición de un área problemática, que puede provenir de una planificación institucional o de la iniciativa de diversos grupos y organizaciones sociales, en torno a la cual se define una convocatoria de los agentes sociales e institucionales asociados a ella. De la interacción estructurada de dichos actores se genera una lista de problemas a ser enfrentados con el uso del conocimiento, la tecnología y la innovación, bien sea a través de investigación, capacitación y formación de capital humano, o bien a través de sistemas de información-comunicación y proyectos de desarrollo, adaptación o aplicación de tecnologías.
El resultado es una demanda pública a las capacidades locales de investigación, formación, aplicación e información en forma de proyectos que son evaluados a partir de criterios de calidad profesional, factibilidad tecno-económica, pertinencia socio-económica y, también, y aquí radica una importante diferencia, del potencial de asociatividad que generen dichos proyectos. Los proyectos se dirigen, en esta forma, a promover alternativas innovadoras para enfrentar la complejidad de los problemas humanos, individuales y colectivos, así como el engranaje de actores, articulándolos hacia formas de organización más eficientes, autosostenidas y competitivas.
En resumen, esta metodología propicia la consolidación de un sistema de innovación, caracterizado por la difusión, sistematización y relación de conocimiento que facilite tanto la gestión de ciencia y tecnología, como la asociación entre actores para la formulación de proyectos; acuerdos pertinentes, oportunos y factibles, entre experiencias exitosas y problemas identificados en común; y muy especialmente, las vinculaciones, motivación y compromiso entre diferentes instituciones e individualidades que propendan a garantizar que los resultados de todo este esfuerzo resuelvan, ciertamente, las demandas y necesidades identificadas en conjunto.
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